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miércoles, 28 de enero de 2015

Capítulo 6: Fin de revisión

Decidimos que poco podía quedar intacto y que lo que hubiese dentro seguramente habría saltado junto al pobre que se tiró primero. Subimos otro piso y continuamos con la exploración, por el momento tranquila. Apenas nos encontramos otro par de pisos abiertos, pero sin señales de nada, sin sangre o ruidos, antes de llegar finalmente a la puerta de la terraza, que se encontraba entreabierta. Mara me dijo que era bastante sospechoso, ya que de normal esa puerta estaba siempre cerrada con llave, y me acerqué sigilosamente para mirar por la rendija de luz provocada por el sol.

Lo que vi me dejó paralizado. Rastros de sangre se alejaban de la puerta. Seguí con la mirada los rastros y me encontré una multitud de zombies, de pie eclipsados sin moverse. Retrocedí hacia Mara, susurrándole lo que había visto. No teníamos muchas opciones en esa ocasión. Un enfrentamiento directo habría sido nuestro fin, ya que había por lo menos veinte de ellos y apenas teníamos nada con lo que hacerles frente. Para colmo, la cerradura de la puerta estaba rota. Mirando desde el rellano donde nos encontrábamos vimos una enorme llave inglesa tirada a un lado, seguramente lo que se usó para abrir la puerta.

Asintiendo a Mara, me dirigí a cogerla. Se podía utilizar a modo de maza, lo que me ayudaría a dar golpes mucho más fuertes y certeros que la débil barra de hierro que tenía. Aun así no me atreví a tirarla, ya que podría servir para algo más adelante. Mientras subía los últimos peldaños, varias estrategias se tomaban forma en mi cabeza. Alguna de ellas tenía que servir para limpiar la terraza, cosa necesaria para que esas cosas no tuviesen acceso libre al edificio, que creíamos medio seguro. Me agaché y levanté con cuidado la llave inglesa, pero me quedé congelado al escuchar unos pasos arrastrados justo al otro lado de la puerta.

Me giré con cuidado, conteniendo las ganas de echar a correr hacia abajo y arrastrar a Mara en la huida. Le dije con un gesto que no se moviese ni hiciese ruido y señalé hacia la puerta, con lo que comprendió que teníamos a uno justo ahí. Por la rendija vi pasar al zombi. Era un hombre adulto, sin brazos, con la camisa desgarrada por atrás, lo que dejaba visibles varias heridas en la parte media de la espalda. Estaba medio calvo, como de haberse arrancado los pelos que le faltan a tirones. Una pierna la lleva al aire, donde faltaba un gran trozo de muslo, lo que hacía que arrastrase el pie al moverse.

Tras pasar un par de minutos más volví junto a Mara. Le expuse las ideas que se me habían ocurrido para conocer su opinión y ver cuál creía que podía ser más efectiva. La primera consistía en atraerlos a la puerta y dejar que se atorasen, lo que nos permitiría acabar con unos cuantos antes de que pudiesen entrar. Luego ir peleando conforme cediésemos terreno, corriendo un gran riesgo. La segunda, intentar atrancar la puerta de algún modo, aunque significase perder el nuevo arma que habíamos encontrado. Por último, prepararles una trampa, usando como cebo los cuerpos que arrojamos por el hueco de las escaleras, cuyo inconveniente era nuestra perdición si no daba resultado. Cada plan tenía su parte mala, sólo nos centramos en discutir cuál era menos malo.

Tras decidirnos por atrancar la puerta, me acerqué de nuevo a la puerta, con cuidado de no hacer el menor ruido. Me asomé por la rendija a ver si había alguno cerca y, al no ver nada, estiré la mano para sujetar la manivela destrozada de la puerta. Armándome de valor y mirando a Mara para comprobar si estaba preparada para lo que pudiese ocurrir, tiré despacio de la puerta, que se cerró poco a poco. Pero ocurrió la fatalidad, ya que las bisagras de la puerta chirriaron justo cuando estaba por cerrarse del todo. El ruido hizo que la veintena de zombis se girasen y se abalanzasen hacia ella.

Por suerte, la puerta se abría hacia fuera por lo que cuando comenzaron a llegar y golpear ésta se cerró fuertemente. Aproveché para doblar la manivela hacia fuera, haciendo que sirviese de soporte para la puerta. Con un poco más de suerte aguantaría el peso de la propia puerta y se mantendrá cerrada, pero si llegase a soltarse la manivela, sujetada solamente por dos tornillos, nos las tendríamos que ver con el grupo suelto por las escaleras. Respiré profundamente de puro alivio, aun dudando sobre si encajar la llave inglesa en las dos anillas de cierre de seguridad de la puerta, ya que podría ser un arma magnífica.

Me resigné y finalmente encajé la herramienta para mayor seguridad. Volvimos bajando las escaleras un poco más relajados. Teníamos el portal y los rellanos asegurados, siempre que no ocurriese nada que permitiese que fuese invadido de nuevo. Habíamos obtenido las llaves de muchos de los pisos y comprobado que otros tantos se encontraban en completo silencio. Aun nos quedada un lugar por visitar y fuimos directos: el piso de la explosión. Cuando llegamos a la entrada, con la puerta medio arrancada hacia fuera y los bordes completamente chamuscados, nos paramos en silencio a mirar. Me aferré a la barra de hierro y entré primero, recorriendo el negruzco pasillo y dejando huellas en el hollín del suelo.

Mirando habitación por habitación, no nos sorprendió ver todo destrozado, con señales de una violenta pelea y con salpicaduras de manchas negruzcas. No vimos nada fuera de lo normal, ni nada que pudiese resultarnos útil. Parecía ser que las llamas se apagaron solas, por suerte. Al fin llegamos a la habitación de la explosión. Ardía una pequeña llama en la salida de la tubería del gas que reventó, y la pared que daba a la calle había desaparecido. Algunas manchas resecas de sangre adornaban el suelo, seguramente provocadas por los mordiscos de los zombis antes de que el pobre provocase que todo saltase por los aires. 

Un amasijo de carne chamuscada y aun un poco humeante nos recibía a la entrada de la habitación, que parecía ser la cocina. De uno de los armarios caídos en el suelo sobresalía un gran cuchillo carnicero envuelto en una funda de pasta dura, que agarré sin dudar. Nos asomamos por la ahora inexistente pared y vomos las manchas cobrizas en el suelo, pero sin apreciar restos de cuerpos. Salimos del piso y nos dirigimos a la seguridad de la casa, donde me puse a preparar algo de comer mientras planificábamos el resto del día.

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