Nos alejamos de la ventana y nos sentamos en el sofá, aun impactados por lo que habíamos visto. ¿Qué estaba ocurriendo? En un momento de lucidez Mara sugirió poner la tele por si lo de la calle era un caso aislado o si se había noticias de lo que estaba pasando en más lugares. Conforme la pantalla parpadeaba, vimos que el canal que salió al encender la televisión se encontraba sin emisión. Mara comenzó a cambiar de cadena y vimos en una de ellas una emisión de emergencia de un reportero en mitad de la ciudad de Madrid. La imagen tiemblaba, y el reportero no hacía más que mirar asustado a todas partes, temeroso de algo que no se podía ver. Estaba en la terraza de un edificio alto y se veían columnas de humo a sus espaldas, a diferentes distancias. Agarré el mando y subí el volumen de la tele para escuchar bien lo que decía el reportero y no perdernos una sola palabra:
"Estamos en la terraza de uno de los edificios del barrio Fuencarral de Madrid. Aquí, un grupo de personas se ha atrincherado y resiste fuertemente contra las personas enloquecidas que andan atacando a otras personas. No sabemos lo que ocurre, tan sólo que de buenas a primeras algunas personas se lanzaron a morder a otras en la estación de trenes de Atocha. Desde esos primeros ataques, varios incidentes más se expandieron por la ciudad, siendo los hospitales las zonas más fustigadas. Las autoridades recomiendan no salir a la calle y no abrir la puerta bajo ningún concepto, aunque quien esté fuera sea un familiar o amigo. El ejército ha sido movilizado y están asegurando una zona en el Retiro, por lo que si están en las calles se recomienda dirigirse allí o buscar refugio y no salir bajo ningún concepto..."
Varios fuertes gritos se oyeron en la pantalla y el cámara se dirigió hacia el borde de la terraza y amplió el zoom para captar de dónde procedían. Se vio una especie de barricada formada por un autobús volcado y un par de coches ocupando el hueco de calle que no tapaba el autobús. Había un grupo de alrededor de veinte personas tras los coches, empujando sin cesar y desplazando los coches lentamente. Al otro lado, tres hombres que se apoyaban para hacer contrapeso pero que se veían arrastrados también. Uno de ellos se giró y echó a correr, gritando que iban a pasar y que se pusiesen todos a cubierto. Los movimientos del cámara captaban gente corriendo por las otras calles circundante, hasta que se centró en la procedencia de los gritos. Una mujer se encontraba aferrada a la parte alta de una farola y dos ancianos la sujetaban de una pierna, mordiendo con ansias. Se vio el hueso de la pierna de la mujer y los jirones de músculo desgarrado con sangre goteando desde ellos.
Escuchamos a alguien vomitar, seguramente el cámara, y se mostró el suelo, pero al poco volvió a enfocar al reportero. Estaba pálido y se veía mucho más desaliñado tras escuchar las voces del hombre que se alejó corriendo de la barricada. Comenzó a hablar de nuevo, esta vez con un tono desesperado en la voz:
"Me acaban de informar que el Retiro ha sido asaltado. La cantidad de muertos es asombrosa y que apenas unos reducidos grupos de militares han logrado salir de allí. El ejército ha recibido órdenes de disparar a matar a la gente enloquecida. Por nuestra parte, nos encontramos sitiados. La barricada de los vecinos está siendo traspasada y ahora muchos de estos caníbales se lanzan sobre la entrada de los edificios persiguiendo a quienes ven. Les recordamos que no deben abandonar sus hogares. La situación es desesperada..."
Tras el reportero se vieron varias figuras entrando en la azotea y tras la voz de advertencia del cámara, ésta cayó al suelo y se oyeron más gritos. Vimos sangre caer delante del objetivo y al poco cortarse la emisión para dar paso a una pareja de presentadores sentados en un escritorio. No se veían asombrados y en poco presentaron un mapa de España marcado de diferentes colores, desde el verde hasta el rojo pasando por amarillo y algunos tonos de naranja. El norte del país se mostraba en verde, varias amplias zonas del sur aparecían naranjas, las Baleares se veían rojas y por el resto vemos diferentes áreas de diferentes colores. Luego cambiaron a un mapa de Madrid, donde casi toda la ciudad aparecía en rojo.
De repente oímos más gritos procedentes de la calle y nos levantamos a la vez del sofá con expresión decidida. Mara y yo nos miramos a los ojos y nos entendimos a la perfección sin decir una sola palabra. Ella se dirigió a la cocina para ver las provisiones de las que disponíamos y yo busqué por entre la casa cosas que pudiésemos utilizar como armas. Por lo que vimos en la calle no bastaba con golpearles la cabeza, seguramente debíamos hacerles más daño si queríamos acabar con estas criaturas. Se me ocurrió buscar objetos puntiagudos para atravesarles la cabeza y algo contundente para golpearlos y derribarlos, que podría servir para ralentizarlos en todo caso.
Al cabo de un rato me dirigí a la cocina con lo que había encontrado: una barra de hierro que había sacado de una de las cortinas del comedor, varios palos astillados en un extremo (producto de destrozar algunas sillas) y una gruesos guantes de jardinería que encontré en un cajón de un armario. Por la parte de Mara, había llenado la encimera de la cocina con latas de conserva y cosas que podían transportarse con facilidad y que no necesitasen frigorífico. Me comentó que en la nevera había comida para dos para algunos días y hablamos que ojalá la luz no se cortase para poder gastarla antes de eso.
Oímos una fuerte explosión, a lo lejos pero el sonido nos llegó bastante nítido, y supusimos que la crisis se estaba expandiendo. Pronto la ciudad sería un caos, sino un mar de muertos vivientes hambrientos que se lanzasen a por todo lo que se moviera. Recopilamos lo que sabíamos y habíamos visto: no poseían una fuerza sobrehumana, en cuanto daban un mordisco se quedaban como paralizados mientras masticaban y tragaban, parecía ser que todos sus sentidos se agudizaban (oían, veían, olían y parecían sentir a los demás a su alrededor), solamente distinguían entre vivos y seres como ellos (la mujer de la calle no volvió siquiera a mirar al niño que mordió) y las heridas provocadas por sus mordiscos no dejaban de sangrar. Era poca cosa pero al menos ya teníamos alguna información, aunque quizás no fuese completamente cierta por haber observado solamente un caso. Podíamos probar a averiguar más, pero siempre que tuviésemos cuidado.
Ya que más o menos nos habíamos organizado, nos preocupamos de nuestras familias. Llamé a mis padres y me dijeron que allí estaba todo tranquilo, que habían visto las noticias y que no fuésemos tontos, que seguramente todo era una farsa o algún tipo de publicidad. Intenté convencerlos pero no entraron en razón, y poco más podía hacer desde tan lejos. Mara llamó a su madre desde el móvil, contestando su hermana, que dijo que se encontraba a salvo y que no había ocurrido nada dentro del edificio por ahora. Estaban en un centro comercial casi vacío, donde la gente que había decidió quedarse y asegurar el sitio al ver las noticias. Habían visto algunos ataques a través de las cristaleras de las puertas y estaban buscando armas y suministros para esperar hasta que el ejército apareciese o las cosas se calmasen.
Ahora que Mara sabía que su madre y hermana se encontraban bien, se dio cuenta de que estaba hambrienta. Habían pasado algunas horas desde que llegué y al final no salimos a cenar, que eran nuestros planes. Le dije de ver cómo iba la situación en la calle mientras yo preparaba un par de chuletas. Cuando llegó a la ventana y se asomó no vio nada ni a nadie. El coche que atropelló a la mujer estaba vació, con la puerta del conductor abierta y una mancha roja sobre el capó blanco. Justo delante había varios charcos de sangre secándose, y el escaparate de la tienda del hombre gordo estaba roto. Me contó mientras comíamos que escuchó algunos gritos de fondo cuyo origen no fue capaz de localizar, además de otra explosión. Al poco de ello una nueva columna de humo apareció tras las hileras de edificios, con la que ya se veían tres. Al servirle la comida me senté frente a ella, charlando sobre lo que parecía estar ocurriendo y sobre lo que haríamos si era justo lo que creíamos que era.
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